jueves, 29 de noviembre de 2007

SOLILOQUIO FINAL DEL AMANTE INTERIOR (Poesía romántica)


Enciende la primera luz del atardecer, como en un cuarto

en el que reposamos y, por una razón fútil,

pensamos que el mundo imaginado es el bien esencial.

Ésta es, por tanto, la cita más intensa.

Con esta idea nos reunimos, prescindiendo

de toda indiferencia, en una sola cosa:

dentro de una cosa sola, un solo chal

Rodeándonos fuerte; pues somos pobres, un calor,

una luz, un poder, la influencia milagrosa.

Ahora, aquí, nos olvidamos el uno del otro y de nosotros mismos.

Sentimos la oscuridad de un orden, una totalidad,

un saber, que organizó la cita.

Dentro de su lindes vitales, en la mente.

Decimos: Dios y la imaginación son una misma cosa...

Cuán arriba la candela más alta ilumina lo oscuro.

De esta misma luz, de esta mente central,

hacemos una morada en el aire del atardecer

En la que estar allí, juntos, es suficiente.


Wallace Stevens

VIDA RETIRADA (Oda)


¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera,ni cura si encaramala lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento, si soy del vano dedo señalado, si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río! ¡Oh secreto seguro, deleitoso!

Roto casi el navío a vuestro almo reposo, huyo de aqueste mar tempestuoso.Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido, no los cuidados graves de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto,que con la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa por ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo, y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea y ofrece mil olores al sentido, los árboles menea con un manso rüido que del oro y del cetro pone olvido.

Ténganse su tesoro los que de un falso leño se confían: no es mío ver el lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna, al cielo suena confusa vocería, y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada me basta, y la vajilla de fino oro labrada sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserablemente se están los otros abrasando con sed insacïabledel no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido, de hiedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado del plectro sabiamente meneado.


Fray Luis de León

VIVO SIN VIVIR EN MÍ (Poesía religiosa)


(Versos nacidos del fuego del amorde Dios que en sí tenía)

Vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero,que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí; cuando el corazón le di puse en él este letrero: que muero porque no muero.
Esta divina prisión del amor con que yo vivo ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga do no se goza el Señor! Porque si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga. Quíteme Dios esta carga, más pesada que el acero, que muero porque no muero.
Sólo con la confianza vivo de que he de morir, porque muriendo, el vivir me asegura mi esperanza. Muerte do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte, vida, no me seas molesta; mira que sólo te resta, para ganarte, perderte. Venga ya la dulce muerte, el morir venga ligero, que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba es la vida verdadera; hasta que esta vida muera, no se goza estando viva. Muerte, no me seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle a mi Dios, que vive en mí, si no es el perderte a ti para mejor a Él gozarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero.


Santa Teresa de Ávila