viernes, 18 de enero de 2008

DOLOR, ETERNA VIDA MÍA


¡Dolor!

¡Dolor! eterna vida mía,

Ser de mi ser, sin cuyo aliento muero!
* * *
Goce en buen hora espíritu mezquino

Al son del baile animador, y prenda

Su alma en las flores que el flotante lino

De mujeres bellísimas engasta:—
Goce en buen hora, y su cerebro encienda

En la rojiza lumbre de la incasta

Hoguera del deseo:—
Yo, —embriagado de mis penas,— me devoro,

Y mis miserias lloro,

Y buitre de mí mismo me levanto,

Y me hiero y me curo con mi canto,

Buitre a la vez que altivo Prometeo.—


José Martí

EPÍSTOLA (epístola)


Laso, el instante que llamamos vida,
¿es poco breve, di, que el hombre deba
su fin apresurar? O los que al mundo
naturaleza dio males crüeles,
¿tan pocos fueron, que el error disculpe
con que aspiramos a crecer la suma?

¿Ves afanarse en modos mil, buscando
riquezas, fama, autoridad y honores,
la humana multitud ciega y perdida?
Oye el lamento universal. Ninguno
verás que a la deidad con atrevidos
votos no canse, y otra suerte envidie.
Todos, desde la choza mal cubierta
de rudos troncos, al robusto alcázar
de los tiranos donde truena el bronce,
infelices se llaman. ¡Ay!, y acaso
todos lo son: que de un afecto en otro,
de una esperanza, y otra, y mil, creídos;
hallan, buscando el bien, fatiga y muerte.
Así buscando el navegante asturo
la playa austral, que en vano solicita,
si ve, muriendo el sol, nube distante,
allá dirige las hinchadas lonas.
Su error conoce al fin; pero distingue
monte de hielo entre la niebla oscura,
y a esperar vuelve, y otra vez se engaña;
hasta que horrible tempestad le cerca,
braman las ondas, y aquilón sañudo
el frágil leño en remolinos hunde,
o yerto escollo de coral le rompe.

La paz del corazón, única y sola
delicia del mortal; no la consigue
sin que el furor de su ambición reprima,
sin que del vicio la coyunda logre
intrépido romper. Ni hallarle espere
en la estrechez de sórdida pobreza,
que las pálidas fiebres acompañan
la desesperación y los delitos,
ni los metales que a mi rey tributa.
Lima opulenta poseyendo. El vulgo
vano, sin luz, de la fortuna adora
el ídolo engañoso; la prudente
moderación es la virtud del sabio.

Feliz aquel que en áurea medianía,
ambos extremos evitando, abraza
ignorada quietud. Ni el bien ajeno
su paz turbó, ni de insolente orgullo
las iras teme, ni el favor procura;
suena en su labio la verdad, detesta
al vicio; aunque del orbe el cetro empuñe
y envilecida multitud le adore,
libre, inocente, oscuro, alegre vive,
a nadie superior, de nadie esclavo.

¿Pero cuál frenesí la mente ocupa
del hombre, y llena su existencia breve
de angustias y dolor? Tú, si en las horas
de largo estudio el corazón humano
supiste conocer, o en los famosos
palacios donde la opulencia habita,
la astucia y corrupción; ¿hallaste alguno
de los que el aura del favor sustenta,
y martiriza áspera sed de imperio,
que un placer guste, que una vez descanse?
¡Y cómo burla su esperanza y postra
la suerte su ambición! Los sube en alto,
para que al suelo con mayor rüina
se precipiten. Como en noche oscura
centella artificial los aires rompe.
La plebe admira el esplendor mentido
de su rápida luz; retumba y muere.


¿Ves, adornado con diamantes y oro,
de vestiduras séricas cubierto
y púrpuras del sur, que arrastra y pisa,
al poderoso audaz? ¿La numerosa
turba no ves, que le saluda humilde?


Ocupando los pórticos sonoros
de la fábrica inmensa, que olvidado
de morir, ya decrépito, levanta.
¡Ay!, no le envidies; que en su pecho anidan
tristes afanes. La brillante pompa,
esclavitud magnífica, los humos
de adulación servil, las militares
puntas que en torno a defenderle asisten,
ni los tesoros que avariento oculta,
ni cien provincias a su ley sujetas,
alivio le darán. Y en vano al sueño
invoca en pavorosa y luenga noche;
busca reposo en vano, y por las altas
bóvedas de marfil vuela el suspiro.

¡Oh, tú, del Arlas vagaroso, humilde
orilla, rica de la mies de Ceres,
de pámpanos y olivos! ¡Verde prado
que pasta mudo el ganadillo errante,
áspero monte, opaca selva y fría!
¿Cuándo será que habitador dichoso
de cómodo, rural, pequeño albergue,
templo de la amistad y de las musas,
al cielo grato y a los hombres, vea
en deliciosa paz los años míos
volar fugaces?

Parca mesa, ameno
jardín, de frutos abundante y flores,
que yo cultivaré, sonoras aguas
que de la altura al valle se deslicen,
y lentas formen transparente lago
a los cisnes de Venus, escondida
gruta de musgo y de laurel cubierta,
aves canoras, revolando alegres,
y libres como yo, rumor süave
que en torno zumbe del panal hibleo,
y leves auras espirando olores;
esto a mi corazón le basta...

Y cuando
llegue el silencio de la noche eterna,
descansaré, sombra feliz, si algunas
lágrimas tristes mi sepulcro bañan.

Leandro Fernández de Moratín

MELANCOLÍA


Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.

Soy como un ciego.

Voy sin rumbo y ando a tientas.

Voy bajo tempestades y tormentas ciego de sueño y loco de armonía.

Ése es mi mal. Soñar.

La poesía es la camisa férrea de mil puntas cruentas que llevo sobre el alma.

Las espinas sangrientas dejan caer las gotas de mi melancolía.

Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;

a veces me parece que el camino es muy largo,

y a veces que es muy corto...

Y en este titubeo de aliento y agonía,

cargo lleno de penas lo que apenas soporto.

¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?



Rubén Darío

miércoles, 2 de enero de 2008

CARMEN DEL ÉXTASIS


Distraída del mundo,más, lejana como un vuelo de pájaros,tú existes dónde el silencio empieza,dónde el alma, dónde las avenidas misteriosas,de árboles altos y de sombra extrañanos llevan a la pena más hermosa,dónde la noche llora,constelada frente a sí misma,porque todo es poco,porqué los mundos brillan en la nada,como nosotros, dónde la belleza suspende el tiempo,dónde canta mi voz más sola,en mi reducto último, allí estás tú, silencio, alma.Alza los ojos, tienes la cabeza de una imposible luz aureolada,quieres, querrías, pero no te sientes,porqué eres sólo noche, noche clara.Ah dame ese silencio, rompe esta belleza que nos mata,y en tu infinita noche, álcese un viento dulce, despertando ramas.


Eugenio de Nora

BREVE POEMA DE VIAJE


Desde la plataforma del último vagón has venido absorta en la huida del paisaje.

Si al pasar por una avenida de eucaliptos advertiste cómo el tren parecía entrar en una catedral olorosa a tisana y a fiebre;

si llevas una blusa que abriste a causa del calor, dejando una parte de tus pechos descubierta;

si el tren ha ido descendiendo hacia las ardientes sabanas en donde el aire se queda detenido y las aguas exhiben una nata verdinosa, que denuncia su extrema quietud y la inutilidad de su presencia;

si sueñas en la estación final como un gran recinto de cristales opacos en donde los ruidos tienen el eco desvelado de las clínicas;

si has arrojado a lo largo de la vía la piel marchita de frutos de alba pulpa;

si al orinar dejaste sobre el rojizo balasto la huella de una humedad fugaz lamida por los gusanos de la luz;

si el viaje persiste por días y semanas,

si nadie te habla y, adentro, en los vagones atestados de comerciantes y peregrinos te llaman por todos los nombres de la tierra,

si es así, no habré esperado en vano en el breve dintel del cloroformo y entraré amparado por una cierta esperanza.


Alvaro Mutis

ANTE SÍ


" Las últimas chispas en el extremo de las barras estrellas,las trayectorias que se dispersan en las cortinas del cielo,es la sombra que se arrastra, el sotobosque está más sombrío,todavía no es de noche en el camino, los árboles se han dormido,entre las tapias alguien llama y pasa,un fulgor de golondrina, las ruedas giran subiendo.No se escucharía este canto en el aire en que los pájaros se esconden,nombres en el tiempo que se borran y solo el que se quedaentre los brazos levantados que nunca se cansan,esperando que venga algo, no se sabe qué. "


Pierre Reverdy