Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego.
Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas ciego de sueño y loco de armonía.
Ése es mi mal. Soñar.
La poesía es la camisa férrea de mil puntas cruentas que llevo sobre el alma.
Las espinas sangrientas dejan caer las gotas de mi melancolía.
Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto...
Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?
Rubén Darío
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