"El emotivismo moral se opone al intelectualismo moral. Esta última teoría moral afirma que la condición necesaria y suficiente para la conducta moral es el conocimiento; por ejemplo, que para ser buenos es necesario y suficiente el conocimiento de la bondad. Esta teoría parece contraria a las ideas corrientes pues para la mayoría de las personas se puede ser malo sabiendo sin embargo qué es lo que se ha de hacer, cuál es nuestro deber. El emotivismo moral se acerca mucho más a la concepción corriente o de sentido común al desatacar la importancia de la esfera de los sentimientos y las emociones en la vida moral.
¿Cuáles son los principios generales de la moral?, ¿en qué medida la razón o el sentimiento entran en todas las decisiones de alabanza o censura?
La razón tiene una aportación notable en la alabanza moral: las cualidades o las acciones que alabamos son aquellas que guardan relación con la utilidad, con las consecuencias beneficiosas que traen consigo para la sociedad. Excepto casos sencillos y claros, es muy difícil dar con las leyes más justas, leyes que respeten los intereses contrapuestos de las personas y las peculiares circunstancias de cada acción. La razón puede ayudarnos a decidir cuáles son las consecuencias útiles o perniciosas de las cualidades y las acciones, y por lo tanto debe tener cierto papel en la experiencia moral.
Aún así, la razón es insuficiente.
Porque:
1) Si la razón fuese el fundamento de la moral, entonces lo moral tendría que ser un hecho o algún tipo de relaciones, dado que la razón solo puede juzgar sobre cuestiones de hecho o relaciones. El carácter de mala o buena de una acción o cualidad no es algo que se incluya como un elemento o propiedad real del objeto o cosa que valoramos: al no ser una cuestión de hecho, dicho carácter no aparece en la descripción de las propiedades reales de los objetos que podemos percibir (colores, formas, tamaños, movimientos, etc)
2) Se podría alegar que el carácter criminal de la acción anterior no consiste en un hecho individual, sino que es preciso relacionarlos con otras situaciones.
Pero el carácter de mala o buena de una acción o cualidad tampoco es una propiedad de relación, pues cuando conocemos todos los vínculos entre los sujetos que intervienen en una acción –un asesinato, por ejemplo–, en la descripción de dichos vínculos tampoco aparece la maldad o bondad de la acción o cualidad; es cierto que a partir de estos nuevos conocimientos algunos podrían modificar de un modo más benevolente y otros de un modo mas severo su juicio moral, pero no propiamente porque se perciban nuevos hechos, pues la ampliación de nuestro conocimiento al aclarar nuevas relaciones nos ofrece solo hechos, no valores.
En las deliberaciones morales es preciso tener un conocimiento de todos los objetos y de sus relaciones, de todas las circunstancias del caso, antes de que sea correcto dar una sentencia de censura o de aprobación. Si alguna de las circunstancias nos son todavía desconocidas debemos suspender nuestro juicio moral y utilizar nuestras facultades intelectuales para ponerla en claro. Pero conocidas todas las circunstancias no es la razón la que juzga sino el corazón, el sentimiento.
3) La esfera moral tiene una clara analogía con la esfera del gusto o experiencia estética: tampoco la belleza es una propiedad que se incluya en los objetos mismos; es cierto que en la belleza son importantes las relaciones, por ejemplo la belleza clásica parece que depende de la proporción, relación y posición de las partes; pero no por ello la percepción de la belleza consiste en la percepción de dichas relaciones. La belleza no es una cualidad de las cosas sino el efecto que ellas producen sobre la mente, susceptible de recibir tales sentimientos. Ni los sentidos ni el razonamiento es capaz de captar el carácter estético de las cosas. Y lo mismo ocurre, en la esfera moral: “el crimen o la inmoralidad no es un hecho particular o una relación que puede ser objeto del entendimiento, sino que surge por entero del sentimiento de desaprobación, que, debido a la estructura de la naturaleza humana, sentimos inevitablemente al aprehender la barbarie o la traición”.
4) Existen relaciones similares a las que despiertan en nosotros valoraciones morales que sin embargo no tienen influjo en la moralidad: aunque entre los objetos inanimados o entre los animales encontramos relaciones similares a las que se producen entre las personas, las primeras no despiertan en nosotros valoraciones morales pero las segundas sí: “un árbol joven que sobrepasa y destruye a su padre guarda en todo las mismas relaciones que Nerón cuando asesinó a Agripina; y si la moralidad consistiera meramente en relaciones, sin duda alguna sería igualmente criminal”.
5) Los fines últimos de las acciones humanas no dependen de la razón sino del sentimiento. Muchas cosas son deseadas porque sirven para conseguir otras, pero tienen que existir algunas que sean deseables por sí mismas (no todo lo que se quiere se quiere por otra cosa). La razón es incapaz de dar fines finales: nos muestra los medios que podemos utilizar para alcanzar nuestros fines, pero no establece que algo sea fin final. Algo se convierte en fin final cuando despierta en nosotros un sentimiento de agrado. Lo que se desea por sí no lo dicta la razón sino el sentimiento y el afecto humano, el placer y el dolor. Dado que la virtud se quiere por sí misma tiene que ocurrir que se quiera porque despierta en nosotros un sentimiento. Y es precisamente ese sentimiento, y no la razón, el que provoca que la queramos por sí misma.
Hay dos esferas en nuestra subjetividad:
1) La esfera de la razón: está a la base del conocimiento del mundo, de la verdad y la falsedad; descubre lo que hay; nos enseña los medios para alcanzar los fines de nuestras acciones;
nos muestra las cosas tal y como están realmente en la naturaleza; no es motivo de la acción.
2) La esfera del gusto: está a la base de la experiencia moral y la estética; da el sentimiento de belleza y deformidad, de vicio y de virtud; no descubre nada nuevo; y en cierto modo crea rasgos en las cosas: “embelleciendo y tiñendo todos los objetos naturales con los colores que toma del sentimiento interno, origina, en cierto modo, una nueva creación”; da placer o dolor; se convierte en motivo de acción, y en el resorte o impulso para el deseo y la volición.
La moral descansa fundamentalmente en los sentimientos. Hay sentimientos morales, sentimientos que se despiertan en nosotros con ocasión de la percepción de ciertas acciones o cualidades de las personas. El sentimiento moral básico es el que se denomina “humanidad”: sentimiento positivo por la felicidad del género humano, y resentimiento por su miseria. Llamamos acciones virtuosas a todas las acciones que despiertan en nosotros dicho sentimiento, y vicios a las que despiertan en nosotros el sentimiento negativo.
Todos los hombres tienen estos sentimientos. Y los mismos, aparecen de la misma manera en todos, puesto que se encuentran en nuestra propia naturaleza".
David Hume (1711 - 1776)
¿Cuáles son los principios generales de la moral?, ¿en qué medida la razón o el sentimiento entran en todas las decisiones de alabanza o censura?
La razón tiene una aportación notable en la alabanza moral: las cualidades o las acciones que alabamos son aquellas que guardan relación con la utilidad, con las consecuencias beneficiosas que traen consigo para la sociedad. Excepto casos sencillos y claros, es muy difícil dar con las leyes más justas, leyes que respeten los intereses contrapuestos de las personas y las peculiares circunstancias de cada acción. La razón puede ayudarnos a decidir cuáles son las consecuencias útiles o perniciosas de las cualidades y las acciones, y por lo tanto debe tener cierto papel en la experiencia moral.
Aún así, la razón es insuficiente.
Porque:
1) Si la razón fuese el fundamento de la moral, entonces lo moral tendría que ser un hecho o algún tipo de relaciones, dado que la razón solo puede juzgar sobre cuestiones de hecho o relaciones. El carácter de mala o buena de una acción o cualidad no es algo que se incluya como un elemento o propiedad real del objeto o cosa que valoramos: al no ser una cuestión de hecho, dicho carácter no aparece en la descripción de las propiedades reales de los objetos que podemos percibir (colores, formas, tamaños, movimientos, etc)
2) Se podría alegar que el carácter criminal de la acción anterior no consiste en un hecho individual, sino que es preciso relacionarlos con otras situaciones.
Pero el carácter de mala o buena de una acción o cualidad tampoco es una propiedad de relación, pues cuando conocemos todos los vínculos entre los sujetos que intervienen en una acción –un asesinato, por ejemplo–, en la descripción de dichos vínculos tampoco aparece la maldad o bondad de la acción o cualidad; es cierto que a partir de estos nuevos conocimientos algunos podrían modificar de un modo más benevolente y otros de un modo mas severo su juicio moral, pero no propiamente porque se perciban nuevos hechos, pues la ampliación de nuestro conocimiento al aclarar nuevas relaciones nos ofrece solo hechos, no valores.
En las deliberaciones morales es preciso tener un conocimiento de todos los objetos y de sus relaciones, de todas las circunstancias del caso, antes de que sea correcto dar una sentencia de censura o de aprobación. Si alguna de las circunstancias nos son todavía desconocidas debemos suspender nuestro juicio moral y utilizar nuestras facultades intelectuales para ponerla en claro. Pero conocidas todas las circunstancias no es la razón la que juzga sino el corazón, el sentimiento.
3) La esfera moral tiene una clara analogía con la esfera del gusto o experiencia estética: tampoco la belleza es una propiedad que se incluya en los objetos mismos; es cierto que en la belleza son importantes las relaciones, por ejemplo la belleza clásica parece que depende de la proporción, relación y posición de las partes; pero no por ello la percepción de la belleza consiste en la percepción de dichas relaciones. La belleza no es una cualidad de las cosas sino el efecto que ellas producen sobre la mente, susceptible de recibir tales sentimientos. Ni los sentidos ni el razonamiento es capaz de captar el carácter estético de las cosas. Y lo mismo ocurre, en la esfera moral: “el crimen o la inmoralidad no es un hecho particular o una relación que puede ser objeto del entendimiento, sino que surge por entero del sentimiento de desaprobación, que, debido a la estructura de la naturaleza humana, sentimos inevitablemente al aprehender la barbarie o la traición”.
4) Existen relaciones similares a las que despiertan en nosotros valoraciones morales que sin embargo no tienen influjo en la moralidad: aunque entre los objetos inanimados o entre los animales encontramos relaciones similares a las que se producen entre las personas, las primeras no despiertan en nosotros valoraciones morales pero las segundas sí: “un árbol joven que sobrepasa y destruye a su padre guarda en todo las mismas relaciones que Nerón cuando asesinó a Agripina; y si la moralidad consistiera meramente en relaciones, sin duda alguna sería igualmente criminal”.
5) Los fines últimos de las acciones humanas no dependen de la razón sino del sentimiento. Muchas cosas son deseadas porque sirven para conseguir otras, pero tienen que existir algunas que sean deseables por sí mismas (no todo lo que se quiere se quiere por otra cosa). La razón es incapaz de dar fines finales: nos muestra los medios que podemos utilizar para alcanzar nuestros fines, pero no establece que algo sea fin final. Algo se convierte en fin final cuando despierta en nosotros un sentimiento de agrado. Lo que se desea por sí no lo dicta la razón sino el sentimiento y el afecto humano, el placer y el dolor. Dado que la virtud se quiere por sí misma tiene que ocurrir que se quiera porque despierta en nosotros un sentimiento. Y es precisamente ese sentimiento, y no la razón, el que provoca que la queramos por sí misma.
Hay dos esferas en nuestra subjetividad:
1) La esfera de la razón: está a la base del conocimiento del mundo, de la verdad y la falsedad; descubre lo que hay; nos enseña los medios para alcanzar los fines de nuestras acciones;
nos muestra las cosas tal y como están realmente en la naturaleza; no es motivo de la acción.
2) La esfera del gusto: está a la base de la experiencia moral y la estética; da el sentimiento de belleza y deformidad, de vicio y de virtud; no descubre nada nuevo; y en cierto modo crea rasgos en las cosas: “embelleciendo y tiñendo todos los objetos naturales con los colores que toma del sentimiento interno, origina, en cierto modo, una nueva creación”; da placer o dolor; se convierte en motivo de acción, y en el resorte o impulso para el deseo y la volición.
La moral descansa fundamentalmente en los sentimientos. Hay sentimientos morales, sentimientos que se despiertan en nosotros con ocasión de la percepción de ciertas acciones o cualidades de las personas. El sentimiento moral básico es el que se denomina “humanidad”: sentimiento positivo por la felicidad del género humano, y resentimiento por su miseria. Llamamos acciones virtuosas a todas las acciones que despiertan en nosotros dicho sentimiento, y vicios a las que despiertan en nosotros el sentimiento negativo.
Todos los hombres tienen estos sentimientos. Y los mismos, aparecen de la misma manera en todos, puesto que se encuentran en nuestra propia naturaleza".
David Hume (1711 - 1776)
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